La Mirilla de Cupido

Cuando el placer no está en follar

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Por suerte o desgracia, ya casi en este punto da un poco igual, pero creo que estamos sumergidos en una sociedad en la que “el follar” es una meta sumamente fácil de alcanzar. Estamos inmersos en una constante obsesión por el sexo, hasta el punto de erotizar absolutamente todo nuestro alrededor. Podemos ver en los medios de comunicación este efecto, en las campañas publicitarias, ya sean de bebidas, de champús, de coches, de ropa, de alimentación o lo que sea… hacemos un constante uso del reclamo sexual para seducir nuestras mentes consumistas.

Siempre he creído que todo vicio deja de ser llamativo desde el mismo momento que está al alcance de todos. Todo vicio que se precie debe ser de unos pocos, de una distinguida élite merecedora de tal capricho. El vicio es el premio por ser lo que otros no pueden ser o tener.

Evidentemente, no defiendo la represión sexual que hemos vivido a lo largo de toda nuestra historia, faltaría más, pero asombra como hemos evolucionado en esta materia. Pero realmente, lo que más me asombra quizás, es en la dirección en la que vamos “involucionando”. Echar un polvo hoy por hoy es sumamente fácil. Encontrar a alguien que quiera compartir con nosotros un rato de placer bajo las sábanas ha pasado de misión imposible a misión asequible en muy pocas décadas. Esa misma facilidad, accesibilidad, obviedad y ligereza con la que vivimos las relaciones sexuales hacen que se pierda la calidad de las mismas. Restamos la importancia que la ocasión requiere. Disminuye la nobleza del acto, reduciéndolo a un mero encuentro carnal vacío de muchas otras dimensiones.

No se trata de incluir únicamente el plano sentimental o puramente amoroso. Hablo de las personas, de lo que escondemos tras la piel, tras el alma. Hablo de la esencia de cada uno de nosotros.

Parece ser que ya no tenemos tiempo de mirar más allá de la lencería que cae al suelo. No traspasamos la piel, las miradas, no nos permitimos entrar en las almas. Sumamos encuentros, victorias, amantes que nos aporten ese momento glorioso, ese orgasmo de turno que nos tapa y disipa nuestro verdadero miedo a mostrar algo más que nuestra desnudez corporal. Escondemos nuestros miedos, nuestras inseguridades y sobre todo el miedo a descubrir todas nuestras miserias a golpe de polvo. Ejercitamos nuestros músculos bajo la sábana, sudamos, gemimos y jadeamos con tal de no vernos. Pero no hablo de vernos con los ojos, hablo de vernos con la mirada.

Quizás es hora de alcanzar la madurez sexual, y poder disfrutar de una sexualidad plena, completa y sana. Es hora de follar con los cinco sentidos. Follar con la cabeza, follar con el cuerpo, follar con el corazón y sobre todo follar con el alma.

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