Si eres de las que practica el BDSM de verdad, no el que se ve en muchos libros actuales, sabrás que, en alguna que otra ocasión, tu dominante habrá sido un poco… duro y habrá acabado humillándote, bien en privado o bien delante de otras personas, quizás en el club de BDSM al que asistís. Y te has enfadado, pero la pregunta es: ¿qué has hecho?
Como sabes, un dominante es la persona que domina y que, según unas reglas consensuadas, te controla en base a lo que tú quieres. Y cuando hay una humillación de por medio la mayoría de veces suele ser debida a una falta de respeto que hace que esa persona tenga que hacer algo que a la sumisa le moleste y le avergüence, ya sea, por ejemplo, desnudarse delante de todos, tener sexo con otra persona, sea del tipo que sea, o mil y una práctica más.
¿Lo hace porque quiere? No. La humillación en realidad tiene dos formas de verse porque, ¿sabías que hay sumisas, y sumisos, que quieren la humillación? Por ejemplo ser vestidos con algunos accesorios o ropas específicas, o que se utilice la humillación verbal. Eso, que podríamos ver como una forma de maltrato, también está consensuado, y puede que a la persona que lo recibe no le guste, pero sí lo ha pactado en caso de que tenga un mal comportamiento (o que, si le gusta, sea un premio para ella o él).
Por supuesto, no podemos estar usando la humillación en todo momento, ni como castigo, ni como premio, más que nada porque hay que cuidar la salud emocional de la persona a cargo del dominante y no todas las personas pueden tolerar la humillación siempre (por ejemplo, hay personas que quieren agradar y cuando se las humilla, aunque sea por ejemplo retirándole la palabra su dominante, se sienten perdidos, dolidos, muy tristes, y mantenerlo por mucho tiempo puede tener nefastas consecuencias).
En general, la humillación siempre suele verse como algo negativo pero, según cada persona, puede ser, como hemos dicho antes, su premio, o su castigo. Otra cosa es cómo lo vean desde fuera.
