Hay personas que no pueden mantener relaciones sexuales como tú o como yo. Hay personas que, bien porque están postradas en una cama, porque tienen problemas mentales, o por otros motivos, no pueden tener una relación sexual “normal” y requieren de una asistencia sexual, que no de un/a prostituto/a, para poder disfrutar de algo que el resto de personas hacen.
No es algo ilegal, pero sí es un tema que todavía se ve como tabú y como algo de lo que no se quiere saber. Pero está ahí. La asistencia sexual es una realidad y son muchos los que realizan el servicio, o que lo solicitan, buscando el empoderamiento erótico y sexual de los hombres y las mujeres. La función principal es la de conseguir un contacto íntimo y cumplir los objetivos eróticos de esa persona.
La asistencia sexual está enfocada a un perfil muy amplio, tanto hombres como mujeres que son dependientes. No solo es para personas con discapacidad, también pueden entrar otros colectivos.
Personas con problemas de eyaculación, con miedo para la práctica del sexo, con disfunciones sexuales que no pueden tener la ayuda de la pareja, pueden hacer uso de la asistencia sexual. De hecho, aunque no se sepa, hay ya algunos casos de asistencia sexual que ha ayudado a eliminar las disfunciones sexuales de pacientes.
Uno de los grandes miedos de la asistencia sexual es que se la tilde de prostitución. En realidad hay una gran diferencia y es que, en la asistencia sexual no se busca una gratificación sino conseguir que se superen las dificultades que se tengan a nivel sexual y hacer que esa persona se valore, crezca y aprenda sobre su sexualidad.
También hay un marco terapéutico en la asistencia sexual, es decir, que hay expertos que son los que se encargan de establecer una serie de objetivos y de pautas a seguir, tanto por el paciente como por el asistente sexual. Siempre hay una revisión de esa “práctica” para saber si va bien o no. En el caso de la prostitución solo se busca el placer.
