¿Quieres calentar las cosas en el dormitorio? Pues, para calentar, antes hay que enfriar.
Existe una técnica llamada “temperatura de juego”, en la que, usando un equilibrio entre el calor y el frío, se estimulan los neuroreceptores que hay en la piel consiguiendo resultados sorprendentes. Si nunca has jugado a esto no sabes lo que te estás perdiendo.
Para ello lo único que necesitas es un par de cubitos de hielo. ¿Y qué hacer con ellos? Pues empieza pasando uno de ellos lentamente por la piel de tu pareja. Ella empezará a notar la temperatura tan fría y los nervios harán que se mueva pero no debes dejarla. Mantenla en el sitio (aunque sea atándola) y al poco tiempo verás que empieza a anticiparse, a estar asustada y al mismo tiempo tentada para que sigas.
Una técnica para volverla loca es la de evitar las zonas erógenas hasta el final, para atormentarla.
Conforme la excitación suba te darás cuenta que su cuerpo se vuelve más caliente, que el cubito de hielo dura menos. Pero también estará más sensible y, aunque pienses que no, el cubito seguirá haciendo su efecto. Es cuando debes parar y dejar que se enfríe de nuevo, bien con besos, con caricias, pero sin rozarle las zonas erógenas ni tampoco acercarle el hielo de nuevo hasta que se calme.
Solo cuando lo haga puedes volver a empezar el juego. Por ejemplo, tienes un pequeño truco: cuando hayas pasado el hielo por sus pezones y esté muy caliente prueba a echarle un poco de miel, o de lubricante y empieza a lamerlos. La sensación es única. Otra opción es la de introducir un cubito en su vagina. Aunque no lo creas, podría llegar a tener un orgasmo.
También se puede utilizar el sexo oral con los cubitos de hielo ya que podrías jugar con él en tu boca y al mismo tiempo lamerla a ella. La sensación entre frío y calor la sumirá en un momento de auténtico placer, de esos que no se olvidan fácilmente. Eso sí, retrasa el momento del clímax para que la diversión no acabe tan pronto (que ya te decimos que pasará).