La palabra Fetiche viene del latín facticius, ficticio o artificial, y en sexología alude a conferirle propiedades e intenciones eróticas a objetos o partes del cuerpo. Tanto hombres como mujeres tenemos fetiches. Un hombre que guarda una prenda íntima de su amante como un tesoro o una mujer que encuentra estimulante el aroma del perfume de su hombre son fetichistas. Se trata de un recurso psicológico para la evocación del placer sexual tan antiguo como la humanidad, y el cual no se convierte en un problema siempre y cuando forme parte del variado repertorio de estímulos sexuales de los cuales la persona disfruta.
Ahora, ¿por qué a los hombres les gustan tanto los pies femeninos? De todas las partes de nuestro cuerpo, es quizás la que más erotiza la mente del varón. Freud, el padre del psicoanálisis tenía una teoría que resulta lógica. Él relataba que el niño pequeño, antes de la aparición del lenguaje, que gatea o permanece en la cuna, o en el corral, veía en los pies de su madre que se aproximan la señal anticipatoria de que todas sus necesidades de afecto, comida y cuidado sería prontamente resueltas, así era el anuncio inequívoco de alivio y consuelo. Ese mismo niño, que años más tarde se enamoraría platónica y románticamente de su madre, gracias a lo que él psiquiatra describió como Complejo de Edipo, tendrá la impronta de los pies femeninos como una imagen que más tarde relacionará con la excitación sexual, todo ello en un proceso inconsciente. Freud, quien era un poco misógino, nunca explico por qué este fenómeno sólo se da en los niños y no en las niñas, quizá nosotras nos quedamos esperando por ver los pies de nuestro padre.
Jung, otro de los pilares de la psicología psicoanalítica, tenía su propia teoría que afirmaba que el pie es el símbolo del alma, pues sostiene al ser humano, mientras que el neurólogo de la conducta indio Vilayanur S. Ramachandran en la actualidad ha explicado que los genitales y los pies ocupan áreas contiguas en el córtex somático-sensorial, lo cual genera posibles enlaces inconscientes entre ellos, dando una razón científica a lo que el psicoanálisis ha afirmado durante décadas.
Lo cierto es que a lo largo de la historia hay ejemplos de la fascinación masculina por los pies de la mujer, entre los que destacan la obsesión por mantenerlos pequeños gracias a apretadas vendas que los deformaban en un doloroso proceso durante la Dinastía China Sung, para lograr los tan deseados “pies de loto” que impedían a la mujer caminar con normalidad pero le daban un atractivo sexual que según la costumbre la garantizaría un buen matrimonio, hasta el morbo que despertaban en la Época Victoriana, tanto que se inventaron los manteles para cubrir las patas de las mesas pues en la mente reprimida de los caballeros se extrapolaban a delicados pies de mujer, pasando por las prácticas sadomasoquistas que señalan en el acto de besar o lamer los pies una forma incuestionable de sumisión.
La realidad es que las uñas pintadas y los zapatos de tacón alto son un clásico del arsenal de seducción femenino y una iconografía propia de la mujer. Que el hombre le confiera un poder erótico tremendo, sean válidos los argumentos el psicoanálisis o no, no se trata de algo extraño ¿Cuando se convierte en algo patológico? Cuando sólo a través de caricias en o con los pies o de imágenes de pies se lograr la excitación sexual y el orgasmo, ahí hay una parafilia llamada podofilia que es tratable con orientación sexológica. De resto, se trata de un estímulo absolutamente normal, una preferencia como cualquier otra, para disfrutar de tu intimidad a plenitud…en Sexo y Alma.