Huías de la monotonía en una noche oscura y fría dejando atrás tu alcoba por ser como la noche. En tu huida hacia ningún sitio mis ojos vigilantes acechaban tus pasos sonoros en el silencio que envolvía la ciudad. Cansada, desorientada, buscando lo desconocido tu taconeo se dirigió a esa luz al final de la calle.
Escuchabas un chirrido mientras abrías la puerta del bar.
-Ponme lo más fuerte que tengas-le dijiste al camarero de ese antro.
Pides otra copa mientras la primera no había abandonado tu garganta. Su efecto tranquilizador te reconforta, te anima. Elevas tus ojos, oteas entre la gente desde tu atalaya de cristal, buscas algo que te llame la atención, que sacie tus deseos, que tú puedas dominar a tu antojo como acostumbras ha hacer. Al final, sentado, clavando una mirada intensa que te hace temblar todo el cuerpo, estaba yo, de caza, buscando una presa fácil para saciar mis caprichos.
Sientes como mis ojos atraviesan tus pupilas llegando al más profundo de tus pensamientos. Tu aún no lo sabes pero eres tú el trofeo de esta noche. Llego a tu lado mirándote fijamente, agarras la copa, estás en mis manos y lo sabes, mis labios susurran en tu oído palabras que te desconciertan, te excitan, te amedrentan, te derriten.
La negación de tu gesto es contraria al de tu mente. Sacas tu lado dominante, no te quieres dejar llevar, nunca antes lo han conseguido y así seguirá, esa es la idea que cierra tu mente.
Sin mediar palabra deja unos billetes en la barra, me doy la vuelta con decisión y salgo de aquel antro inmundo.
Poco después salías tú, miras hacia todos lados, no me ves, no me encuentras pero yo sí. Saco mi móvil, marco y a la respuesta doy las órdenes oportunas.
Ya en mi sillón del sótano, te observo a los pies de una de mis guerreras ávida de sexo, deseando saciar su fuego, empapa su imaginación con tu cuerpo desnudo esperando a mi señal…pero hoy será diferente, hoy seré yo quien te enseñe un nuevo mundo, hoy es ese día que deseas:
-Estás preparada?
-Sí, mi señor.