Dentro del BDSM, uno de los juegos psicológicos que más gustan practicar en dominación y sumisión, es el juego de la privación, una actividad que ayuda a fomentar la confianza de las personas sometidas con sus dominantes porque los deja indefensos para con ellos.
Por supuesto, esto no puede hacerse a la ligera. Requiere de una confianza para con el dominante ya que hablamos de perder prácticamente todos los sentidos para centrarnos en uno solamente: el tacto.
Pero, ¿cómo se hace?
Lo primero que hay que hacer es que la sumisa se coloque en una cama. Es habitual atarla para que no se pueda mover y así permita que se le haga de todo. En esto debemos hacer un inciso y es que, al perder la capacidad de hablar (porque no podrá usar el sentido del gusto), se establece una seña como palabra de seguridad de tal modo que, si se rebasa el límite o la sumisa empieza a sentir miedo, basta con hacer una señal para que la actividad cese.
Una vez atada, se le vendarán los ojos (privación de la vista) para que los demás sentidos se agudicen. No se tapan todos los sentidos a la vez sino que los juegos preliminares formarán parte de esta actividad para ir encendiendo el cuerpo de la sumisa.
Posteriormente se deben tapar los oídos, con lo que se usan unos cascos con música o bien unos auriculares que le hagan escuchar música, pero no a la persona que hay a su lado. De nuevo se sigue con los juegos preliminares para, a continuación, privar el sentido del olfato y del gusto. En estos casos se usa una máscara o algo parecido. No se trata de asfixiar sino de que no pueda saborear nada ni tampoco oler. Una mascarilla, por ejemplo, puede servir.
De esta manera solo queda el tacto y es donde se comienza a jugar y a hacer sentir este sentido porque la piel se erizará mucho más y será más placentero el juego. El resultado del mismo ya dependerá de la persona que lo lleve a cabo y de lo que se quiera hacer pero no conviene tenerlo mucho tiempo porque puede agobiar bastante.
