Valerie Tasso

Penerías (parte 2): Cosas que no sabes sobre el pene y que ya nunca podrás olvidar…

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En el anterior capítulo de “Penerías” (parte 1), hablamos de la cosa en sí; de lo que anatómica y funcionalmente es el pene… pero ya anunciábamos que el asunto “trae cola”. Y es que, como se anticipaba, una cosa es “lo que es” algo (de eso, y de las “utilidades” derivadas, suele ocuparse lo que venimos a llamar “ciencia”) y otra cosa es “lo que significa” (dotar de “sentido” a algo, de lo que suelen ocuparse, además del común de los mortales, disciplinas como la religión, el arte o la filosofía). Así pues, como ya hemos hablado de lo que es el pene, quizá convenga pararse un momento en algunos ejemplos de lo que ha venido significando, y significa, el pene.

Cuando nos maravillamos por algo o cuando realizamos una declaración solemne, tenemos el pene en la boca. ¿Sabías eso? Pues sí, ya que con ello me estoy refiriendo a dos términos; “fascinar” y “testificar”.  “Fascinar” (y todos sus derivados; fascinante, fascinación, fascinada…) proviene del latín “fascinus”, que es el nombre que los romanos daban al término griego “falo”. El “fascinus”, presentado normalmente en forma de pequeño amuleto que se llevaba colgado al cuello, representaba el pene erecto y, además de las significaciones propias de virilidad y valor, era entendido como una salvaguarda frente a las desgracias y los malos augurios (por ambos motivos, no había legionario que se preciara que no portara el suyo en combate). Si eso no nos da ya una idea clara de la importancia que, para los antiguos latinos, tenía el pene, vayamos por lo segundo: “testificar”. Conviene aclarar antes que el orden social romano se basaba en un concepto que reflejaba la “fiabilidad” de la palabra dada entre ellos y que se conocía con el nombre de “fides”. Sin “fides” no podía haber negocio, juicio, convenio o acuerdo alguno. Pues bien, en la confirmación de ese acuerdo (del tipo que fuera) se realizaba el “testimonio” invocando a dos “pequeños testigos” que, junto al pene, se sujetaban con la mano derecha mientras se profería el testimonio. Así, “testículos” significaría etimológicamente “testigo pequeño”, como explica Voltaire en su “Diccionario filosófico”, con lo que “testimoniar” o “testamento” o “atestar”, entre otros términos, tendrían su origen en invocar a sus “testiguillos” (lo que en aquel momento no significaba [pero físicamente era] “tocarse los huevos). Teniendo en cuenta que solo se juraba en nombre de lo más sagrado, ya podemos imaginar la importancia simbólica del pene y su compañía para los romanos. Como para hacerles bromas sobre el tamaño

Pero esa trascendencia metafísica del pene no es solo asunto de romanos. De hecho, podríamos decir que su representación, con el significado mitológico de fertilidad y potencia, acompaña a los humanos desde que somos humanos. Por tanto lo encontramos en culturas tan diversas y separadas en el tiempo como la egipcia (conocidas son las representaciones del Dios Min, uno de los más arcaicos del panteón egipcio y que representaba, siempre con su pene erecto, la generación y la abundancia o el mito fundacional del pene de arcilla de Osiris al que insufló vida Isis), la griega (con el desmedido Príapo a la cabeza… tan desmedido que todavía da nombre a la enfermedad que impide que el pene consiga perder su erección; el “priapismo”), el hinduismo (especialmente en el Shivaismo con sus recurrentes representaciones fálicas llamadas “lingam”) o la maya (el “Templo de los falos” en Chichen Itzá sería un ejemplo), pero también en Asiria, entre los incas, los galos o los mismo íberos, por citar solo algunos ejemplos. Y en cuanto a la extensión en el tiempo, podríamos decir que estos cultos fálicos existen desde siempre; en el Paleolítico Superior ya aparecen representaciones fálicas en piedra que podrían hacer referencia, como la mayoría de los ejemplos mencionados, a la fertilidad pero también podrían haber sido utilizados como bastones de mando o como dildos “avant la lettre” y en la actualidad siguen existiendo en Japón los festivales de culto al falo, conocidos como “Honen Matsuri” en los que, en un ambiente festivo (a semejanza de lo que eran en Grecia las “fiestas faloforías” en honor a Dionisos…¿Que qué tiene que ver el sintoísmo con la antigua Grecia?… pues supongo que nada más que la humanidad), se pasean en pagana procesión unas representaciones de falos en diversos lugares del país, siendo quizá el más célebre de ellos el  “Kanamara Matsuri” (propio de  la ciudad de Kawasaki  y que se celebra el primer domingo de abril de cada año). Curiosamente, donde parece que eso de mostrar falos no está del todo bien visto es en las religiones monoteístas eremíticas (Judaísmo, Islam y Cristianismo) y en sus actuales culturas derivadas, como la nuestra, pero ello no es síntoma de la relajación en concebir un orden patriarcal que supedita y somete lo femenino a lo masculino vía genitales masculinos, es solo que estas creencias de la contención, la renuncia, la abstinencia y la mortificación no se llevan muy bien con la carne (y carne tiene, y mucha más carne simboliza un pene… aunque sea un micro pene) Digamos que en nuestra cultura, hemos tenido otra forma menos representativa y quizá más efectiva de adorar al pene y a lo que significa ser poseedor de uno.

Y un último ejemplo para concluir y recalcar la adoración omnipresente del pene en detrimento y desprestigio de los dignísimos genitales femeninos y de sus poseedoras: espero que este escrito esté “cojonudo” y que os haya resultado “la polla” y no un “coñazo”.

PINO

 

Valérie Tasso

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