EROTISMO

Fases sexuales de la mujer: La meseta

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¿Alguna vez te has preguntado cómo pasamos de estar excitadas a alcanzar el orgasmo? ¿Has pensado cómo el cuerpo te prepara para la penetración y de ahí al clímax? ¿O cómo con la masturbación consigues llegar al placer último?

Seguramente si ahora empezaras a tocarte no llegarías al orgasmo, o tendrías que estar varios minutos para conseguirlo. Es lo que se llaman las fases sexuales que tenemos, no solo las mujeres, también los hombres.

En el caso de las mujeres, ya te hemos hablado de dos fases sexuales como es el deseo o la excitación. Ahora nos toca la tercera fase que tiene mucho que ver con la anterior, la de excitación, ya que es una extensión de la misma.

En la fase de meseta, los síntomas que se describieron en la anterior entrega de la fase de excitación se incrementan gradualmente. Es como si tuvieras un gráfico en el que sube mucho, y, de repente, tienes una línea recta horizontal, para volver a subir pasados unos minutos.

Y es que tu cuerpo te va preparando para el orgasmo, subiendo la excitación y haciendo que el cuerpo se adapte a esos cambios. ¿Y cuáles son los mismos? Pues hablamos de una respiración entrecortada con un pulso cardiaco en aumento. De hecho, si no te preparara tu cuerpo, podrías tener problemas en estos momentos, sobre todo si tienes alguna dolencia cardiaca o pulmonar.

Aparte de esto, el rubor sexual (es decir, un enrojecimiento en el pecho, el rostro y los genitales), es más visible y empieza a generarse una tensión muscular porque el cuerpo se prepara para el orgasmo. De hecho sentirás una apremiante necesidad de llegar, de liberar la tensión que vas acumulando en la fase.

Una característica de esta fase es con respecto al clítoris porque éste aumenta su tamaño y se hace más accesible para poder alcanzar el orgasmo. También los pechos suelen aumentar de tamaño y la areola dilatarse. La vagina se expanda y los labios mayores se separan más aún; en cuanto a los menores, hay una congestión vascular en ellos.

Esta fase nos lleva directamente a la última de la respuesta sexual de la mujer: el orgasmo, que comentaremos en una próxima entrega.

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